Patrimonio de la humanidad firme como una roca

El día 15 de julio, en la ciudad de Estambul, la UNESCO ha declarado Patrimonio de la Humanidad al conjunto formado por los dólmenes de Antequera, la sierra de El Torcal y la Peña de los Enamorados, tres monumentos de rocas prodigiosas, cada uno con características singulares, que se relacionan entre sí compartiendo magia, misterio y fascinación. Desde la Sociedad Malagueña de Astronomía felicitamos a todos los que han hecho posible este reconocimiento al tiempo que nos alegramos por tan afortunada decisión de la comunidad internacional.

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Interior del dolmen de Menga

Nuestra satisfacción se debe no solo a la cercanía o a que se haya hecho justicia, sino a nuestra particular implicación con estos lugares. Respondiendo a la llamada del Conjunto Arqueológico de los Dólmenes de Antequera, hemos atendido varias actividades a las que concurrió numeroso público interesado. Durante las “Celebraciones del Sol” en los solsticios de invierno y de verano proyectamos en el Centro de Recepción de Visitantes breves documentales, montamos talleres de construcción de relojes de Sol, explicamos las instalaciones del Centro Solar Michael Hosquin y realizamos observaciones solares con telescopios. Además se han llevado a cabo desde allí observaciones nocturnas, alguna de ellas coincidiendo con bonitos eclipses de Luna.

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Observación pública en el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera (SMA)

Y nuestra relación con el Observatorio Astronómico del Torcal (OAT) es de sobras conocida. Mantenemos con él desde hace años un convenio de colaboración gracias al cual, entre otras labores, instalamos allí una de nuestras estaciones de la Red de Seguimiento de Bólidos y Meteoritos.

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Observatorio Astronómico del Torcal

El complejo dolménico consta de tres construcciones megalíticas, a cuál más interesante: Menga, Viera y Romeral. La primera de ellas es también la más antigua y la que se dota de un gigantismo apabullante. El enigma comienza incluso con su datación (4000 A.C.), aún no fijada con certeza. Y tampoco es del todo segura la teoría acerca del modo en que se erigió. ¿Qué movió a nuestros antepasados a desgajar de la montaña enormes bloques de piedra y desplazarlos decenas de quilómetros para colocarlos en una disposición muy concreta? Aparte del uso funerario, ¿la realización de qué ritos y ceremonias requirieron de tamaño esfuerzo colectivo? Si megalito significa “piedra grande”, el dolmen de Menga se lleva el honor de superar a todos los de Europa con rocas de 180 toneladas. Si son así mismo excepcionales los pilares que se alinean en el centro de la cámara, Menga no ha dejado de causar sorpresas, incluso en tiempos recientes, como el descubrimiento de un pozo en su interior.

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Observación del eclipse de Luna desde el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera (SMA)

Viera, más pequeño y posterior en el tiempo, debe el nombre a sus descubridores, dos hermanos que hace un siglo trabajaban como jardineros para el Ayuntamiento de Antequera. El estrecho y largo corredor de 27 piedras desemboca en el sepulcro final. Y el tholos de El Romeral posee una técnica constructiva muy adelantada a su tiempo. Las dos cámaras consecutivas del fondo ya no tienen pesadas rocas como techo, sino hiladas circulares de cantos a modo de ladrillos que se cierran poco a poco hasta formar sendas cúpulas excepcionales para su época.

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Amanecer desde el dolmen de Viera

No acaban aquí las singularidades de las que se habló más arriba. Se sabe que los hombres del Neolítico y la Edad del Bronce cubrían de tierra los dólmenes, dejando libre la entrada, para formar una especie de loma suave y redondeada. Los de Antequera se cuentan entre los pocos que todavía conservan ese domo que los integra en el paisaje. Y también es conocido que casi la totalidad de los megalitos se orientan hacia los puntos del horizonte en los que sale o se pone el Sol. En este caso, solo el de Viera apunta a los amaneceres de los equinoccios de primavera y otoño. En tales fechas, conforme el Astro Rey asoma por la Sierra de El Romeral, su luz avanza por la galería y termina alumbrando la última losa de la cámara funeraria en un increíble ejercicio de matemáticas.

CONSEJERIA DE MEDIO AMBIENTE, JUNTA DE ANDALUCIA
Sierra de El Torcal

Pero el hecho de que Menga y Romeral no se orienten hacia ortos u ocasos solares no significa que pierdan interés. Todo lo contrario. Numerosos investigadores han estudiado esta excepción en su afán por proporcionar una explicación plausible. Desde el umbral de Menga se contempla, allá al fondo, a la enigmática Peña de los Enamorados, desde el de Romeral, la cumbre más alta de la sierra de El Torcal. Hay un vínculo incontestable entre los dólmenes y los otros dos monumentos, en este caso naturales, que han conquistado la UNESCO. Varias son las teorías encima de la mesa acerca de esta extraña e inusual circunstancia, desde la conexión visual con otros yacimientos arqueológicos que quizá tuvieron su relevancia en los pobladores de antaño, hasta el homenaje ritual hacia la naturaleza que se expresa a través de estos accidentes de connotaciones mágicas. Porque hay que mencionar a la magia y al embrujo cuando se habla de la Peña (el Indio, como se conoce en la región) o el fantástico decorado de piedra kárstica de El Torcal, el mayor de Europa.

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Reloj de Sol del Centro Solar Michael Hosquin

El reputado arqueoastrónomo Michael Hoskin, de la Universidad de Cambridge, propone una interesante hipótesis para El Romeral, la de que su entrada, en la época en que el tholos se construyó, apuntaba hacia el lugar en el que se ocultaba por el horizonte la Cruz del Sur. Hoy en día esta hermosa y llamativa constelación austral, compuesta por cuatro estrellas brillantes situadas en cruz, no es visible desde nuestras latitudes. Pero entonces sí. El movimiento del eje de rotación terrestre, que completa una revolución en 26.000 años, es el causante de este lento desplazamiento aparente de la esfera celeste.

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Luna eclipsada desde los dólmenes de Antequera (SMA)

En el conjunto dolménico de Antequera se integra el Centro Solar Michael Hosquin. Se trata de una plaza circular abierta a la intemperie en la que se ubican un espectacular reloj de Sol y una línea meridiana que permiten leer la fecha y la hora con su juego de sombras. Justo en el centro, incrustada en el suelo, una placa señala las orientaciones de los dólmenes de la península. Nada más echarle una ojeada, llaman la atención las líneas discordantes de Menga y Romeral. Y sobre el pretil de levante se dibuja la línea del horizonte señalando en ella los puntos en los que amanece durante solsticios y equinoccios.

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Peña de los enamorados en el crepúsculo matutino

Pero la relación astronómica entre todas estas piedras, ya declaradas Patrimonio de la Humanidad, no queda ahí. Más arriba se apuntó que cada año, coincidiendo con solsticios o equinoccios, se realizan actividades en el Centro de Interpretación de los Dólmenes de Antequera. Y el Observatorio Astronómico del Torcal (OAT) se encuentra en la sierra enigmática que vigila desde la vega el tholos de El Romeral. La contaminación lumínica que proviene de la costa no consigue anular el extraordinario cielo nocturno que descubre todo aquel que sube a aquellas cumbres. A 1.200 metros de altitud, la Vía Láctea descorre su belleza de horizonte a horizonte. El OAT, aparte de organizar observaciones astronómicas para el público, desarrolla actividades científicas. El telescopio principal es un reflector Newton de 40cm que puede ser operado por control remoto a través de Internet. Y las instalaciones cuentan, como ya se ha dicho, con dos cámaras que forman parte de la Red de Seguimiento de Bólidos y Meteoritos de la Sociedad Malagueña de Astronomía.

En definitiva, hemos de sentirnos orgullosos y presumir ante cualquiera de este singular patrimonio, el primero de la provincia en recibir el reconocimiento de la UNESCO. Hay que conocerlos, visitarlos y disfrutar de ellos.